LA REPÚBLICA DE WEIMAR.
Tiempo histórico: de 1919 a 1933.
La abdicación del Kaiser Guillermo II, el fin de la guerra y la desaparición
del II Reich desembocaron en la creación de la República de Weimar (denominada
así por la localidad donde se instituyó). Duraría unos 15 años que transcurrieron
en su mayor parte bajo constantes tensiones económicas, sociales y políticas.
Dos fueron sus presidentes: Ebert (1918-1925) e Hindenburg (1925-1934).
La República de Weimar
era hija de la derrota y de la revolución, y se impuso con dificultad en un país
en el que las elecciones democráticas estaban débilmente arraigadas antes de 1914.
Tuvo que soportar desde su fundación oposiciones irreductibles, tanto a la derecha
como a la izquierda, y tuvo que afrontar en diez años las dos crisis económicas
más graves de la Alemania moderna: la inflación
galopante de 1923 y la crisis mundial
de 1929, que tuvo unas repercusiones nunca vistas en Alemania.
La República se organizó sobre la base de la Constitución
de 1919, proclamada en Weimar, una de las más progresistas de la época.
Establecía un parlamento de dos Cámaras y un régimen federal (los länder o 17 Estados) de carácter presidencialista
que otorgaba al presidente, elegido por sufragio universal (masculino y
femenino), especiales poderes para gobernar mediante decretos, en casos de
emergencia
La Constitución sancionaba, por otra parte, una serie de libertades y derechos
de carácter social y económico que constituyeron un claro precedente al llamado
“Estado de bienestar”.
La República de Weimar se enfrentó a serias dificultades:
a.- La primera de ellas fue la frágil
base política sobre la que se fundó.
Fueron los socialdemócratas, apoyados por los liberales y el centro
católico, los que sacaron adelante la Constitución, en tanto que la izquierda
(comunistas y otros grupos), así como la extrema derecha (nazis) la atacaron
desde posturas contrapuestas.
A medida que la situación económica y social se fue deteriorando, liberales
y católicos fueron retirando su apoyo a las instituciones republicanas, en tanto
los nazis incrementaban su fuerza.
b.- La segunda dificultad que hubieron
de encarar los gobiernos republicanos, especialmente bajo el mandato del presidente
Ebert, fue la cuestión de las indemnizaciones que Alemania estaba obligada a pagar a los vencedores de la Gran Guerra (unos 132.000
millones de marcos-oro a pagar en 30 años).
La interrupción del pago de esas cantidades dio lugar a
la invasión de la cuenca del Ruhr por un ejército franco-belga. La resistencia
pasiva alentada por el gobierno alemán y la asunción de su coste por el Estado
desencadenaron un proceso de hiperinflación que puso en serios aprietos la economía alemana.
Además de las indemnizaciones, ricos territorios
en yacimientos minerales y muy industrializados pasaron a manos de los vencedores
Alsacia y Lorena fueron transferidas a Francia que las había perdido en
1870 tras la guerra franco-prusiana, y una parte de Prusia fue adjudicada
al recién creado estado de Polonia. Las colonias de ultramar se repartieron
entre Francia, Reino Unido, Bélgica, Japón y Australia.
Estas cuestiones asociadas al fin de la guerra recayeron
sobre las espaldas de los primeros gobernantes republicanos, acusados por
la derecha y los militares de haber traicionado al país, asestándole una “puñalada
en la espalda”.
c.- La tercera
dificultad que lastró la acción de la República fue su incapacidad para granjearse
el apoyo de los ciudadanos. Su marcada política industrialista le sustrajo las simpatías
de los sectores agrícolas; por su parte, las clases medias, muy perjudicadas
por el bache económico de la postguerra y la ulterior crisis de 1929, también le volvieron la espalda.
Un sector de la clase obrera más radical, la representada
por el Partido Comunista (KPD), simpatizante con el izquierdismo bolchevique,
acusó a los gobiernos republicanos en general y a los socialdemócratas en particular,
de defender exclusivamente los intereses de la burguesía y protagonizó una revolución
comunista en Berlín (1 de enero de 1919), capitaneada por Rosa Luxemburgo
y Karl Liebknecht.
La revolución Espartaquista, de los partidarios de
seguir la revolución bolchevique, fue duramente reprimida por el gobierno del
presidente Ebert, quien se valió de la ayuda de antiguos militares imperiales y
de grupos de extrema derecha. Los grandes grupos industriales y capitalistas
expresaron la necesidad de un Estado fuerte capaz de garantizar sus intereses
económicos y plantar cara a las fuerzas sindicales y al "peligro bolchevique".
La República se derechizó y cada vez fue más tolerante
con los sectores golpistas nazis, permitiendo actuar con relativa impunidad
a las milicias paramilitares de las SA y las SS.
d.- Finalmente, el
crac de 1929 y la consiguiente Gran Depresión destruyeron el escaso prestigio que gozaba la institución republicana. El desempleo
se cebó en amplios sectores de la sociedad, alcanzando la cifra de los casi 8 millones de parados en 1931.
El 30 de enero de 1933 Hindenburg nombró canciller
(jefe de gobierno) a Hitler, que poco tiempo después suprimió la democracia
y con ello la República de Weimar